Por Juan Carlos Balmaseda/ Colabora con Hablemos Press.
La Habana.- En los comicios generales, efectuados recientemente en Cuba, todo estaba preparado para que ningún opositor resultase electo. Pero aun así, el periodista independiente Julio Aleaga Pesant contendió por el cargo de delegado en su circunscripción.
Su iniciativa era progresista, además de simple y clara. Quería ocupar ese cargo electivo para luego estimular cambios útiles en su comunidad. Si bien es cierto que el referido cargo carece de autoridad real, en el vigente esquema de poder, en el caso de ser ocupado por él, al menos creaba una expectativa: la de ir quebrantando el muro de la intolerancia oficialista.
Pero, un grupúsculo de ancianos conservadores e incondicionales al régimen le manipularon la votación. Ellos atacaron primero con discursos de barricada, no al estilo clásico de las décadas pasadas, cuando rabiosamente mordían por “esto”; más bien, fueron discursos atemperados a los tiempos actuales, en los que ahora sí se vislumbra la transición con una mayor nitidez. Así de sencillo fue como consiguieron acobardar a los cerca de ochenta electores reunidos allí. Nadie levantó su mano en apoyo al aspirante opositor.
El grupúsculo, estaba integrado por militantes de las organizaciones gubernamentales de esa localidad: Asociación de Combatientes de la Revolución, Comités de Defensa de la Revolución, Federación de Mujeres Cubanas, Partido Comunista de Cuba... Y sin lugar a dudas, asesorados -desde días antes-, por agentes de la Seguridad del Estado.
Hace dos años y medio, aproximadamente una docena de activistas pro-democracia, también se presentaron; esta vez, eran elecciones parciales. Pretendían lidiar por el mismo cargo de Delegados de Circunscripciones, porque ni soñar con aspirar a curiales en las Asambleas Municipal, provincial, y mucho menos en la Nacional. A dichos puestos, únicamente llegan los más dilectos castristas. Y no pocos se preguntaran ¿por qué tiene que ser así?
Habrá que salir, algún día, del estancamiento electoral al que nos han acostumbrado. Y para ir borrando esa actitud colectiva de sumisión y aceptación de todas las ordenanzas arbitrarias, que “caen desde arriba”, lo primero es atreverse a disentir en público. Un activista pro-democracia debe revelarse, inicialmente, en el barrio. Y allí promover el respeto por los derechos humanos.
De acuerdo con las estadísticas de la Oficina Nacional de Estadística, de una población ascendente a 11, 2 millones de habitantes, 2.1 millones pertenecen hoy a una nueva generación de menores de edad, condenados a educarse en un rancio sonambulismo electoral, y 0,5 millones de personas quedan fuera del sufragio por estar sujetos a sanciones judiciales o ser incapacitados mentales. Sin incluir a los opositores confesos, que nunca son citados por los factores de la comunidad para que voten.
Lo curioso de la inhabilitación es que no incluye a las decenas de miles de viejitos plenamente desinformados de la realidad del país; los que permanecen indefensos y postrados en sus casas, sin siquiera saber ¡por quién “votaron”! Sencillamente, los cazadores de votos oficialistas en sus barrios les arrancan la boleta de las manos.
Las estadísticas, indican que ya son 8.6 millones de humillados electores en Cuba, los que viven obcecados por las vicisitudes y son completamente dependientes de la omnipresente dictadura que los cañonea a votar, bajo coerción y chantaje, por miedo a un infinito de castigos que pueden ocurrirles si no acuden a las urnas; y encima de eso, lo hacen, sabiendo los votantes que cuando ejercen el voto por un delegado oficialista le otorgan continuidad legal a una autoridad abusiva e ineficiente.
Los exiliados cubanos, deberían contar con el derecho a votar en estos comicios. No sólo porque mantienen a una gran parte de éste pueblo con sus remesas (y que el Estado coge como voraz tajada) sino por haber nacido en Cuba.
Muchos importantes proyectos independientes pudieran informar y divulgar esta idea, en el seno de la denominada oposición tradicional, y de la población. La cúpula militar gobernante, comprenderá que hay un cambio en ciernes si esa oposición aprovecha cada oportunidad y lleva a cabo una movida. ¿Imaginan lo que significaría el mero hecho de que cada opositor se presentase como candidato opositor?
Si se quiere progresar y cambiar nuestras miserables vidas de una manera gradual, y sobre todo, pacífica, estas elecciones bien pudieran asumirse como una oportunidad… ¡A votar!, Pero no por el candidato complaciente con el poder, sino por un auténtico candidato que de verdad represente los intereses del pueblo. Los activistas opositores no debieran vacilar, de imposibles esta hecho el mundo.
A propósito, desde el Consejo de Estado bajó un runrún, anunciando que los dirigentes han de permanecer en sus funciones por dos periodos de mandato solamente. Por favor, ¿cuándo empieza la cuenta regresiva en el Consejo de Estado?
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