Paraíso Era un pueblo al sur de mi planeta en la trayectoria del Caribe...

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Roxana Valdivia, licenciada en Periodismo, fundadora y presidenta histórica de Patria, órgano de prensa libre en una Cuba esclava.

En el rincón de mi casa que tú conoces

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jueves, 27 de marzo de 2014

El HOMBRE-PASAPORTE

Admitir frente a mí misma que estoy casada con un hombre al que no amo y que es el padre de mi hijo, que dependo de él en este país extranjero  hasta que pueda dejarlo y seguir sola, no es nada fácil. Una cosa era ser jinetera, coger los dólares que me pagaran y seguir al día siguiente  con otros y con la esperanza de encontrar quien me sacara de Cuba, y otra es tener que fingir amor y lealtad  a quien no soporto. 

La culpa fue siempre de mi madre que a los 15 años me puso en las manos el carné de identidad y me dijo “ Este es prácticamente tu pasaporte. Ya tienes edad de salir a jinetear y buscar quien te saque de este país, para después irme detrás de ti. La idea es embarazarte del primer turista tonto que se te ponga de por medio”
 
Podrían llamarnos puta, prostituta, golfa, ramera, cuero malo, cantimplora, cualquier nombre de estos y me imagino que un montón más que en Cuba no conocemos, pero ¿jinetera? Bueno, ese nombre no sé de donde lo sacaron, ni cuándo nos empezaron a llamar así. Nosotros nos consideramos “ luchadoras”.
 
Soy de La Habana, nacida y criada en Miramar, en la casona que mis abuelos adquirieron al principio de la Revolución, cuando los dueños se fueron a los Estados Unidos. Mis abuelos eran comunistas, incondicionales de Fidel, por eso les dieron esa propiedad cuando los Pérez-López salieron huyendo del castrismo en 1960.
 
Allí creció mi madre y luego yo. Recuerdo cuánto me gustaba jugar al “tacón” en el portal de la casa, con aquel piso de mosaicos blancos y negros. A los quince años, sin embargo, el futuro se presentaba ante mi como aquel piso, blanco y negro, sin matices, sin opciones.
 
Ya te dije. Acababa de cumplir mis quince años cuando mi madre me dijo:--- Prepárate que llegó la hora. No hay mejor carrera universitaria que ésta---y tiró el carné de identidad sobre la mesa del comedor.
 
Llevaba años, desde que yo tenía apenas doce, explicándome los pormenores del oficio y sentenciándome a vivir del sudor de mi sexo. Yo debía encontrar un hombre con porvenir y un hombre con “porvenir” no era Antonio, el chico del barrio del que me enamorara en el séptimo grado por aquellos ojos como almendras dulces, y que se esforzaba en seguir adelante con sus estudios, no; un hombre con porvenir era para mi madre aquel que me pudiera sacar del país y darme el futuro que ella nunca había tenido, porque a ella ya la había “mordido ese perro” cuando se casó con mi padre, graduado de Arquitectura en la Universidad de La Habana, quien nos dejó solas para irse a cumplir “misión internacionalista” a la Argentina y nunca regresó. Para llegar a ese hombre, para encontrar al tipo que me consiguiera el pasaporte de salida de Cuba, había que “jinetear” primero con todo el que se me pusiera delante, y aprenderse muy bien el oficio porque “ no estás muy bien dotada físicamente para competir en el Malecón ni en La Rampa”- me decía- A ti te hará falta mucha picardía, mucha maña, para agarrar al “hombre- pasaporte”. Ella me enseñaría como embarazarme del mejor candidato, así tuviera que acostarme con varios hombres al mismo tiempo por si acaso….
 

--¡No se te ocurra salir preñada de un infeliz del barrio, a menos que sea en los mismos días que te acuestes con el que te habrá de sacar de aquí!-- me dijo—entonces sí, porque si no te preña uno, te preña otro.
 
El candidato a sacarme del país y futuro padre de mi hijo nunca debería saber nada de mi pasado. Ni con quién me había acostado ni con cuántos. Mi vida de jinetera solamente me serviría para mantenernos todos, incluyendo la abuela, y para encontrar ¨al hombre-pasaporte¨ que me sacaría de Cuba. Por eso mi madre puso en la Internet mis datos, mi foto, mi nombre y un comercial que decía más o menos así: ¨ Busco al amor de mi vida¨.
 
Mamá tuvo siempre razón. Todas sus vecinas, amigas y conocidas tenían novios extranjeros. Cuando le preguntó a una de ellas cómo era posible, le dijo: ¡La Internet, estúpida!
 
En Cuba están prohibidas las conexiones de Internet a domicilio, privadas. Solamente hay puntos de acceso controlados por el gobierno. Una hora cuesta $6.00 y ningún ciudadano común puede asumir ese gasto, pero si tienes suerte en el trabajo se puede navegar todo el día. Los sitios que el Estado considera ¨contrarrevolucionarios¨ están bloqueados, pero si eres de confianza del gobierno puedes crear perfiles en Facebook y otras redes sociales. Nuestra vecina Janet, amiga de mi madre de toda la vida, le ayudó a poner mi perfil en la Internet, me llevaba y traía mensajes a cambio de dólares. Pero una vez que mis paseos nocturnos comenzaron a dejarme ganancias, pude pagarme mis propias horas de Internet en los puntos del Estado y ya no me hizo falta más la ayuda de la vecina.
 
---¨¿Quieres un bebe? Yo seré la madre perfecta de tu hijo¨---sería la idea central de mi futura relación y primera conversación ingenua y casual con el príncipe rana…
 
Mamá me acompañaba por las calles marginales y pobres de La Habana. Cada una debía llevar a casa al menos 30 o 35 dólares diarios. Como principiante no me llevó mi madre a las calles principales de la capital por donde transitan los turistas en sus carros rentados y repletos de ¨fulas¨. Nunca entendí por qué no me “ estrenó” como jinetera ya que siendo virgen podría haber conseguido al ¨hombre-pasaporte¨ más rápido, quizás. Pero no. Ella me llevó primero a ¨luchar¨ matando la jugada con ¨puntos¨ más fáciles, es decir, jugadores, ex-presidiarios, maridos insatisfechos, jóvenes borrachos, cualquiera que necesitara sexo y no pidiera mucha belleza. Esos rincones obscuros ayudarían a mantener una doble vida, una fingida decencia por el día y  la ¨lucha¨, la ¨guerra¨ por la noche. Una guerra sin otro cuartel que la orilla de cualquier cañada pestilente, un camastro chillón de hierros oxidados en un cuarto de la Habana Vieja o las ruinas de algún edificio en una avenida poco concurrida del lugar donde residía, un hueco donde tirarse y por 100 pesos o cinco dólares, “ sacársela”  al primer “ punto” que se presentara, diferentes hombres, extranjeros o no, algunos hasta podrían ser mis abuelos. Una guerra donde las únicas armas eran mi sexo y un condón.
 
El dinero del primer cliente era para pagar la Internet. Para eso debía ¨pasarle la cuenta¨ a cinco o seis clientes y reunir entre 30 y 35 dólares o pesos convertibles.
 
Hay mucha competencia con los turistas, mujeres que parecen estrellas de TV, bellas, con tremendos cuerpos, y expertas en dar placer porque llevan tiempo en la ¨lucha¨. Para mí no había mucho campo allí según mi madre, así que aunque fuera virgen no iba a poder ganarles y me podrían buscar problemas con la policía, ya que tienen sus socios en la poli que les ayudan a sacar del medio a quien no les convenga.  Lo mejor era ir viviendo ¨por lo bajito¨ mientras tanto, y seguir la búsqueda como ¨niña buena¨  en las áreas cercanas al aeropuerto, terminales de ómnibus y carros de turismo, o en las redes sociales del Internet.
 
La hora de ¨matar la jugada¨ era de noche, en los rincones marginales de La Habana Vieja, Bejucal, Marianao, Guanabacoa... donde quiera. Para buscar al ¨ salvador ¨ que me llevaría lejos de Cuba y me haría ¨mamá¨, el lugar era con un libro en la mano, bien vestida, con carita de ángel, la inocente buscadora del ¨amor de su vida¨, ya fuera en casa de las vecinas, en la calle, entre los mismos cubanos que vinieran de visita…. Después de las nueve o diez de la noche, de vuelta al callejón hasta que matara la jugada, dormir la mañana hasta recuperar fuerzas, y de nuevo al objetivo. Te juro que era un gran sacrificio.
 
La nacionalidad no importaba, hubiera dado lo mismo ruso, que ¨yuma¨ que chino, pero conocí a este cubano, feo como una noche obscura, cuarentón, que venía a visitar a su familia de vez en cuando y que estaba loco por tener un hijo. ¡Ni mandado a hacer! ¡Qué suerte la mía! Ya no me haría competir con las ¨bellas¨, ni seguir matando jugadas en los callejones, donde también había ido creciendo el grupo de mujeres sexo servidoras y la policía nos tenía ¨fichadas¨-.
 
Había comenzado mi oficio a los quince años y ahora tengo 34, soporté de todo, golpes, viejos asquerosos, borrachos, hasta violaciones; tuve la oportunidad de acostarme con algunos turistas también, y con el tiempo aprendí las tácticas de la mala vida, y aprendí a engatusar a los hombres. 
 
Comenzamos una relación cibernética a través de http://www.havana-guide.com. Un día recibí un mensaje de Carlos, un abogado de 49 años. Él era cubano y vivía aquí en Miami. Después de un año y medio de chatear en línea vino a verme por primera vez. Tuve suerte. Carlos es un buen hombre, había vivido veinte años con una mujer que no pudo darle un bebe y estaba desesperado. Sí, es un buen hombre pero no lo amo, no me gusta aunque esté acostumbrada a cerrar los ojos y fingir, claro. Mi problema era irme de Cuba y por supuesto, para ello, la condición era casarnos y tener hijos. Mi madre saltaba de dicha. ¡Al fin lo conseguimos! ¡Te lo dije!—gritaba eufórica.
 
El tipo estaba desesperado. Recuerdo que cuando vi la primera foto me quedé muda. Una cosa es jinetear y otra es fingir amor a alguien tan feo. Pero como me dijo siempre mi madre, el hombre-pasaporte era solo eso, un pasaporte y futuro padre de mi bebé. El avión que me llevaría al extranjero. Una vez allá, me podría divorciar o vivir de él, ¨eso depende de ti¨- dijo mi madre.
 
Como te expliqué antes, Él había vivido muchos años con una mujer que nunca pudo darle un hijo y decidió dejarla cuando me conoció. Había salido de Cuba años atrás como refugiado político. Pero ahora era bienvenido como un turista más, lleno de dólares y como un personaje en el barrio.
 
Bueno, mi amiga, para no hacerte el cuento muy largo, aquí me tienes, viviendo en ¨la yuma¨, con el niño que ya va a cumplir cuatro años y solamente esperando a que me compre la casa para divorciarme. No pensarás que me voy a quedar toda la vida casada con éste. Le puedo sacar más dinero divorciada, me quedo con la casa, el “alimony”  y con el ¨child support¨ ; después me ¨echo ¨el papi-chulo que me dé la gana.
 
Ya mi época de sacrificio se acabó, puedo ir a Cuba en cualquier momento. ¿Sabes cuántos cubanitos lindos hay esperando a que aparezca una ¨mujer-pasaporte¨? La diferencia es que yo soy ¨maestra en el oficio¨ y a mí sí que no me van a poder coger de comemierda.....

La vida pasó como un susto...



¨se avanza a tientas/ vacilante

no importan la distancia ni el horario

ni que el futuro sea una vislumbre

o una pasión deshabitada¨

Mario Benedetti

   Me preguntas por qué no quiero recordar mis tiempos de estudiante, y yo pensé que el pasado y el presente son lo mismo pero muchas cosas desaparecen de la memoria como desaparecen las hojas de los árboles en otoño, ¿cómo es posible que no me haya dado cuenta antes?.  Entonces nos lo contábamos todo, lo queríamos todo y lo creíamos todo; dices que sí recuerdas cuando Víctor  juró que me amaría como un cataclismo, como una religión; fue un amor de esos que se encuentran a siglos de la madurez; uno se va poniendo viejo y las cosas cambian de color, de forma, de contenido, como los troncos de madera en manos del carpintero; crecemos dentro de nosotras mismas como las muñequitas Matryoshkas rusas, una dentro de otra; cuando te dicen que eres adolescente todavía no entiendes qué es la adolescencia.
   No sé por qué estás aquí, no sé qué quieres; toda la noche me quedé pensando en cómo voy a responderte, si tengo suerte hay lágrimas al final de los recuerdos largos…
   No se me ocurrió qué decir, no dije nada. En realidad tengo algo tuyo, tienes algo mío, fuimos juntas a clases desde pequeñas, todas usamos la ropa de todas en las becas, pero no me refiero a la ropa, si tenemos algo en común es la existencia misma.
   Yo puedo oler hasta el plátano maduro y los huevos revueltos que hacíamos en los salones del albergue con aquel reverbero de alcohol que por poco nos quema la cara; era mucha el hambre y entonces íbamos al pueblo de tienda en tienda, sin libreta de abastecimiento, claro, a cuentas de la lástima de los que vendían comida; pedíamos aquellos dulces que llamaban “mata ‘hambres”, y  pasteles de guayaba que les decíamos cartabones porque tenían forma triangular y los refrescos de color rojo, como los jarabes de Benadrilina, o como jugo de orquídeas; matábamos el hambre de alguna manera.
   Sí tengo buenos recuerdos del pasado, sobre todo porque es un suspiro y se nos fue y ahora me lo devuelves. Es como sentirse de once pero tienes cinco y aunque te canten happy birthday y cumplas quince vuelves a tener cinco y cuando nos miramos de nuevo reconociéndonos una vez más,  nos vemos esos mechones de cabello que se han puesto blancos, pero nos sentimos de veinte o de cinco o de quince.
   Los pensamientos van y vienen, avanzan y retroceden: la primaria, el pre-universitario, las vacaciones. No quiero recordar de aquellos días los intentos frustrados, los desaciertos, los desengaños, ni las gotas de agua en las persianas de vidrio y en las pupilas, bajo muchas lluvias y truenos y años. No creo necesario pensar en eso, cualquier lección o experiencia ya la asimilamos y recapacitamos; pero lo bello sí, el vuelo blanco de las garzas sobre los naranjales, las bolas de cristal de brillantes colores para jugar al role o al “mechadito” con los chicos del barrio; después en la Universidad las descargas bajo  nuestra tribuna, espacio privado, le llamábamos con cariño y burla ¨la mata de las mentiras¨, cada día reuniones de veinte o treinta, varones y hembras, allí todos, donde El Boa hablaba apasionadamente de los Beatles con aquellos pantalones desteñidos y el pelo largo y su teoría sobre los países sin gobierno y sin fronteras y los maestros que lo veían como si fuera un gusano verde de primavera, y entonces El Boa los miraba directamente a los ojos como hacen los indígenas en la selva con las fieras para penetrarles el espíritu. Nunca le dejaron terminar Arquitectura y él se vino a USA reclamado por sus padres, mucho primero que nosotras.
   Nos íbamos los fines de semana para la playa y los mellizos de Sancti Spíritus se reían a carcajadas mientras escapábamos de los políticos o enterrábamos los radios VEF en la arena – “…porque nos los quitan si oyen a Los Beatles”, y seguía desde el hueco roncando la música porque no nos daba tiempo a apagarlos, los policías buscaban el sonido como los marinos de los barcos de Ulises, quienes no sabían de dónde salían los cantos de sirenas, ¿o se tapaban los oídos los marinos para no sucumbir al embrujo de los cantos de sirena? Claro, porque es mejor no escuchar lo que no puedes escuchar, caballo amansado es caballo domado... pero nosotras, tú y yo, lo escuchábamos todo. ¡Qué cosas! ¿Te enteraste? Han hecho una estatua de John Lennon en el parque Central de La Habana, ¡cuánto cinismo! Ahora que el ex- Beatle está muerto y no puede hablar.
   ¡Claro! quiero recordar y me alegra ver a quien siempre fue mi amiga de tantos secretos allá donde no se podía confiar en nadie. ¿Te acuerdas de la W, en aquel otro radio, el Taíno, para oír a Erick Clapton y otros intérpretes norteamericanos excluidos por la política musical del gobierno?, ¡y la VOA ( Voice of the United States of América)!, porque nos gustaba hablar de política y era peligrosísimo y otros se sienten ajenos a las conversaciones, pero nosotras no. Cada uno esperaba encontrar la verdad en el fondo de los libros, cual tesoro en el fondo del mar.
   ¿Cómo no voy a recordar con cariño a mis amigos y con tristeza a los otros de la Secundaria?; no todos eran buenos, muchos se reían del pobre Tomy, el cara de bebé, el de los aparatos en las piernas para caminar; o de las orejas de Orestes; o de Jorgito ¨el gordo¨. El choteo, el bullying, la burla, que tanto he despreciado toda mi vida; eso sí, las horas de autoestudio para poder llegar a las notas altas, más altas que las nubes y que los discursos aburridos y amenazantes del director; “.. --pues si no somos de la juventud comunista estamos fritas, vamos a ser las mejores aunque no nos dejen estudiar  lo que queremos, no se puede competir con los hijos de los comunistas, de los “mayimbes”, la nueva clase privilegiada, ni con los militantes que se someten a todo para llegar lejos, no importa bajo cuáles condiciones, los maestros cambian notas y calificaciones a su antojo”.
   Cuando estábamos en noveno grado y nos dijeron que había que becarse en el campo, fuimos a parar al borde del muelle en Casilda y allí formamos una gran algarabía, todos queríamos irnos, escapar y empezar a estudiar de nuevo en otro país “--¡ay! si nos oyen...”-- le dije-- huye Baby, dile al Oso que por allí vienen los de la guardia, ¡no nos vamos a tirar al agua!, a esta hora está demasiado fría,  mejor nos vamos. Algún día lo lograremos pero será cuando seamos viejos ya ¿o conseguiremos escapar de este país antes de que seamos abuelos? Ja ja ja amiga, te quiero mucho, esto no podemos hablarlo allá en las aulas ni en el parque...”
   Pues claro que quiero ir   “...À la recherche du temps perdu ” (en busca del tiempo perdido) como Marcel Proust, y entonces quizás pueda poner en palabras estos recuerdos, más no creo encajen en aliteraciones, metonimias ni eufemismos. La experiencia nuestra no encaja en ninguna parte, pero el corazón es también un músculo que se recupera aunque le queden cicatrices… 
   La vida es complicada ¿sabes?; es difícil, muy difícil. Explícame por ejemplo si son buenos recuerdos aquellos días del  “ pre”  en el campo donde el dolor de los huesos nos mataba después de un siglo dentro del agua en las plantaciones con regadío, con aquellos tubos al hombro, el trabajo duro de hombres con la guataca y el machete, nosotras que siempre teníamos dolores de ovarios o que compartíamos el spray del asma porque era el único; aquella ropa de ir al campo era un asco, llena de fango y chorreando agua, y las botas de goma apestaban. Mis manos callosas y ásperas como la piel de las iguanas ¿cómo es que las manos envejecen primero?
   Mira, si me pongo a recordar vuelvo allá y me levanto en medio del albergue y escucho y huelo y palpo el momento, lo trago como veneno con azúcar, como hizo Marlene, aquella pobre profesora de Historia que intentó suicidarse con “agua-zuca”  y cloro, nunca nos enteramos de sus razones y por un milagro no murió pero le quedaron horribles secuelas en el estómago. 
   Hasta me pongo de nuevo el uniforme y me observo en el pequeño espejito roto que me prestabas... Ya estoy allí, y es hoy, ayer o todo junto; cierra los ojos y súbete al velero azul de tres pisos con sus ventanas rotas llenas de sábanas, medias y faldas colgantes... ¿No te parece que son las cinco de la mañana y  Los Compadres cantan su amanecer cubano? “… a levantarse cubano que ha llegado un nuevo día…” ¡con aquel frio y todo el cansancio del día anterior!... si me pongo esta ropa me voy a enfermar; menos mal que hoy es el último día de trabajo en el campo, tanto esfuerzo estudiando y tantas jornadas extras en estos naranjales para nada; porque ya es fin de curso y sé que no alcancé la carrera que me gustaba, sino aquella que odio; he pasado la noche sin cerrar los ojos.
   Y todavía preguntas por qué no quiero recordar mis años de estudiante, si pensando cómo responderte he regresado, estoy en el naranjal, en el muelle, en la arena, en los pases de fines de semana, bajo un cielo viejo y poderoso. Entonces algo me duele como un grito, como si aquella, la otra que yo no sería más, hubiera salido de mí de un golpe décadas después.
   Me miras, me cuentas que llevas tres años viviendo en New York pero quieres mudarte a la Florida y los veo a todos de nuevo, sólo que ahora están llenos de canas y no viven en mi país. Encuentro a tantos de mis excompañeros de clases en las redes sociales y están lejos, muy lejos, en América o en Europa o en África, pero están empezando de nuevo, siguen en el ruedo con un montón de banderillas sangrantes en el morrillo, como toros que no se rinden, qué problema cuando todos nuestros contemporáneos del mundo real ya están por retirarse o trabajando los últimos años de sus vidas y si son o no son, es porque se esforzaron o no, pero la culpa es propia y no ajena, de los gobernantes o de los comisarios, como en nuestro caso.
   Somos viejos, ya no somos aquellos jóvenes, nos estafaron, luchamos, estudiamos y ahora recomenzamos, o no recomenzamos sino que nos resignamos, otros se transforman; y los que se quedaron se han dedicado a “merolicos” o a taxistas de turismo o ascensoristas en hoteles para extranjeros, están en sus mismas viejas casas con sus mismos viejos trastes,  o muy tristes o muertos. Me dijo Arístides, ¿te acuerdas de Arístides Calvo, al que llamábamos el ¨bello-precioso¨, pero que tenía un dedo con la punta jorobada en su mano derecha por aquella costumbre de empujar la ficha del dominó diz que desde que era niño?; según él todos los guajiros eran iguales en El Mafo y antes de aprender a caminar, ya sabían jugar dominó y ordeñar vacas. Tenía cada ocurrencias ese muchacho (ahora es un viejo como nosotras).
   Te decía que Arístides me contó por Facebook que fue a Cuba hace unos meses y sintió pena por Jorge, su hermano, el que estudió Filología. Tuvo que dejarle toda su ropa y ayudarle a arreglar el techo de la casa, la misma casa donde Arístides jugaba al dominó con su abuelo, su papá y su tío. Tuvo que comprar de todo para su familia, hasta papel sanitario, aunque pasó mucho trabajo para encontrar papel sanitario en las shoppings; yo no me explico cómo es que ni eso aparece. Desde que se bajó del avión en La Habana lo primero que le dijo su hermano es que había que conseguir papel sanitario porque el papel periódico les estaba dando “oxiuro” (¿te imaginas la picazón que tendrían los pobres?) y no sé cuántos parásitos más les habrían caído a todos en la casa, y el agua estaba escasa y sucia, así que Arístides fue visitando las shoppings en toda la isla hasta que llegó a Jatibonico, ¡y por fin pudo conseguirlo en Jatibonico!. 
    Jorge ya no ejerce la profesión porque con lo que gana no le alcanza ni para el pan nuestro de cada día, así que sacó la ciudadanía española, porque el abuelo era de Asturias, y está preparando papeles para irse a España mientras vende ¨gangarrias¨ de  merolico. Te lo dije, eso es lo que hacen los pobres.
   Tenemos tanto que contarnos. ¿Que si he sabido de Xiomara Sánchez? Pues sí, en nuestro pueblito todo se sabe. Me escribió mi prima por correo electrónico y me sorprendí porque ella no tenía manera de acceder a internet, pero entonces me doy cuenta que escribe desde Ecuador, ¡se fue a Ecuador, si!, No, lo de escaparse en balsas se ha vuelto imposible, si no se mueren en el trayecto los regresan desde las playas si no tocan tierra.   
   Te decía que le hicieron una invitación falsa por $5000.00, no sé cómo se las arreglan ni por medio de quien, pero esa es la última variante de los cubanos para largarse del país, y cuando llegó al aeropuerto nadie la estaba esperando, entonces tuvo que sobornar a un agente de Inmigración para que la dejara quedarse. La pobre, mucho trabajo que va a pasar allí mientras arregla papeles, consigue la residencia si tiene suerte y se encuentra un empleo “por la derecha”. Y su marido el médico está en Venezuela, pero de allí si es mucho más difícil salir porque es una segunda Cuba con espías por todas partes, ya tú sabes. Triste, hermana, muy triste. Tanto que amamos a Cuba, ¿verdad?, y todos se van. Cuba fue siempre un país de inmigrantes, todos querían vivir en Cuba. Por eso allá habían tantos haitianos, gallegos, jamaicanos… pero ahora es todo lo contrario.
   Recordar mis tiempos de estudiante … me duele no haber sido parte del mundo real cuando mi naturaleza me exigía a gritos llegar al infinito, cuando todos queríamos la música que nos diera la gana, los caminos que nos dieran la gana, la vida que nos diera la gana, la que perdimos, la que no pudimos lograr después de tanto estudio y largas noches de desvelo.  
   Esa vida ya es historia. Cuando digo el año en que terminé mis estudios mis hijos lo miran como el pasado, un pasado bien viejo, un tiempo de fotos en blanco y negro, desteñidas, de pelo largo y moños con tirabuzones, minifaldas y tacones plataformas, pantalones campana y ruedas de Casino, mucho Casino, aquel baile tan alegre con música de los Fórmula V ; ya Los Beatles y los Mustang y Dyango y Roberto Carlos son viejos o se han muerto, ya no hay tiempo, no hay recuerdos, no me preguntes amiga y hazte a la idea de que no he recordado nada.
   Yo también llegué a este muelle después de un largo sacrificio, a destiempo claro, y no recuerdo todo. Son mis hijos los que estudian aquí en este país que no es nuestro país, cómo quieres que recuerde si ha pasado tanto y tanto tiempo y tantas y tantas nubes. Te invito a esta taza de café, eres bienvenida aquí en mi casa y haré todo lo posible por ayudarte a recomenzar ahora que tú también has llegado a este lugar. La vida pasó como un susto y ya no somos estudiantes...

LAS MOSCAS

Glorieta central del parque Céspedes,
 en Trinidad, donde tiraron los
cadaveres ametrallados
 






 “Pues Cuba es un país que produce canallas, delincuentes, demagogos y cobardes en relación desproporcionada a su población”

Reinaldo Arenas

 
   “ Comunista”.  Esa palabra. La conozco desde niño, pero sigue siendo luctuosa, sombría. Siempre que la escucho o la pronuncio es como si una bocanada de humo negro me asfixiara; para mi mente es un color rojo sangre en una pañoleta, o una boina… son puntos negros volando, zumbando, entrando y saliendo de una boca, de una nariz y de los oídos, cadáveres tirados en un parque o la ceniza de un tabaco pestilente.          

   Algunos creen que el blanco no es un color, pero créeme, lo es. ¡Claro que es un color!, sobre todo cuando quieres salirte de las filas, de los grupos, de todo lo que represente un uniforme obligatorio. Es ahí cuando el blanco demuestra ser un verdadero color, un perfecto color imparcial, limpio, limpio de toda culpa. Yo siento remordimientos, ¿sabes?, porque nunca busqué a mis padres.

   El rojo es para mí sinónimo de un pequeño grupo de gente  vestida de verde, pero no sé por qué se disfrazan de verde. Las BDM, por ejemplo, eran menos hipócritas porque usaban uniformes marrón, que es un color rojo obscuro, como la sangre sólida. Te explico  que las siglas BDM significan Bund Deutscher Mädchen en alemán, y Liga de Jóvenes Alemanes, en español. ¿O eran las Juventudes Hitlerianas las del uniforme marrón?. Bueno, para el caso es lo mismo porque las BDM eran el preámbulo de lo segundo.


   La primera vez que supe de esa palabra ¨rara y luctuosa¨ fue en mi casa del Escambray, en un pequeño caserío cerca de las Llanadas de Gómez y el río Caracusey. Recuerdo que me encontraba jugando cerca de la finca de la vieja Andrea, donde todavía se veían bien claras, las manchas de coágulos de sangre en la yerba y en las piedras. Unos tres meses antes, habían muerto muchos alzados y milicianos en un combate que marcó trágicamente a todos los de la zona.
  
  Tenía yo unos siete años y prestaba atención al tabaco que fumaba aquel hombre en la salita de mi bohío. Se le cayó un poco de ceniza en el suelo, y escupió aquella palabra, ¨comunista¨ . Es lo que más recuerdo de toda la charla amenazante contra mi madre. Para mí todo lo demás fue ruido, escándalo y saliva de una boca que al abrirse, mostraba todos los sucios y manchados dientes.

    Mencionaba repetidamente dos nombres que nunca olvidé: Osvaldo Ramírez y San Gil. Decía que mi madre les proveía alimentos a los bandidos. Y las venas del cuello se le querían reventar cuando nos amenazaba.


   Apenas tuvimos tiempo para recoger tarecos: una cama de hierro vieja y destartalada que a duras penas desarmamos entre mi madre y yo, tres taburetes, dos calderitos de hierro, un jarro de aluminio donde mi madre acostumbraba a poner el colador de café que era un aro de alambre con un cono de tela, y dos cubos. Lo demás no cabría ni nos dejaron montarlo tampoco en la vieja carreta de bueyes que nos llevaría lejos de mis lomas. Allí olvidé con el apuro y el susto,  el tren de madera que mi padre había construido para mí con cabulla y palitos.

   A mi padre se lo habían llevado días antes en un camión junto a otros vecinos, todos agrupados como reses al matadero. Entonces vinieron por nosotros aquellos del traje verde que repetían la palabra extraña, una palabra lejana, que nada tenía que ver con los cubanos.

  Habíamos vivido años terribles desde los muertos de ambos bandos en las lomas: los hombres que continuaban la guerra a la que estaban acostumbrados los rebeldes, los del Directorio Revolucionario o del 26 de Julio, primero contra Batista y luego contra Castro,  y aquellos de verde que usaban ahora sin recato la ¨palabra luctuosa¨ ; se decían cosas en secreto, y luego escuchaba voces como ¨traición¨, ¨ ahorcados¨, ¨fusilados¨, y de nuevo aquella extraña palabra de que ya te hablé y que tanto odiábamos mi madre y yo.

   Después del largo camino entre barrancos y montañas bajando del Escambray, pasamos por el parque Céspedes de Trinidad en aquella carreta. Nos obligaron a bajarnos allí. Era domingo. Había gran alboroto en la ciudad porque la noche anterior se habían llevado mucha gente presa, algunos hacia Topes de Collantes, otros no se sabía a donde.

    Eran cerca de las tres de la tarde y lo que vi me provocó temblores y náuseas. En el suelo, al centro del parque, habían tirado los cuerpos de muchos hombres, unos treinta. Estaban llenos de balas y destrozados. Tenían la sangre seca en sus rostros. Eran Cheíto León y sus hombres, a los que Fidel llamó bandidos.

    Aquel espectáculo era tan sádico y terrible que muchas personas salían vomitando y otros con los ojos espantados sin pronunciar palabras.

    Hombres, mujeres y niños como yo se aglutinaban para ver el macabro espectáculo. Trinidad estaba en la calle, aterrados la mayoría, victoriosos unos pocos.

    Sobre los rostros ensangrentados, diminutos puntos negros se movían, penetraban por los oídos, la nariz y la boca. Eran muchos puntos negros, muchos más que los espectadores. Las moscas cubrían el lugar, los cadáveres. Lo cubrían todo como una nube siniestra.
  
   Familias enteras fueron sacadas del Escambray  y llevadas a vivir en carpas o pueblos cautivos a diferentes lugares del país. Los hombres separados de las mujeres, y éstas separadas de los niños.

    Mi hermano era un bebé de meses. Mi madre lloraba por darle el pecho y en aquel lugar de La Habana donde nos acamparon, una miliciana le prestaba a su hijo cada tres horas para que lo amamantara. Jamás volvimos a ver a mi padre. Dicen que lo tenían detenido en Santa Clara.

     Luego me trasladaron a mí también lejos de mi madre, a quien se llevaron presa. Ahora que te hablo sobre este holocausto, esta historia de mi niñez, no la cuentes a nadie. Yo crecí en una casa para niños sin amparo filial. La única familia que tuve desde entonces fueron la cocinera, la maestra, y los funcionarios del gobierno que nos visitaban y supervisaban todo el tiempo.

   No he podido olvidar a mi madre. La figura de mi padre se desdibuja en mi memoria. Me enseñaron a odiarlos, pero no lo consiguieron. Solamente callé mis sentimientos por miedo, mucho miedo.

   Luego fui a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos y el resto ya lo conoces pues desde entonces somos amigos. Por eso te relato mi historia, pero te repito, no lo digas a nadie porque no me está permitido hablar sobre eso. Puedo ir preso o perder mi trabajo, mi puesto como Primer Secretario de la UJC. Poco a poco asumí como propia aquella palabra extraña, comunismo, pero siempre que la digo, en mis discursos, siento que una nube de moscas negras entra en mí, como una bocanada siniestra …

 Nota del autor: La historia está basada en hechos reales y los nombres de los protagonistas han sido cambiados para proteger la identidad de los mismos. En las décadas de los sesenta hasta los ochenta, unos diez mil campesinos cubanos, hombres, mujeres y niños, fueron arrancados  de sus tierras en el centro de la isla, la mayoría procedentes de la zona del Escambray, donde se había librado una encarnizada lucha entre alzados contra Castro y las milicias. Estas familias fueron internadas en campos para prisioneros en el occidente y el oriente de Cuba. Los pueblos cautivos todavía existen.

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Los artículos 18 a 21 recogen derechos de pensamiento, de conciencia, de religión y libertades políticas Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de Creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Hoy anduve lejos... muy cerca.

Hoy anduve lejos... muy cerca.
...Me enviaron una foto de la casa de mi infancia, hoy en ruinas, es un testigo del derrumbe de la nación pedazo a pedazo.

Patria, órgano del Partido Revolucionario Cubano, obra cumbre de Marti dentro del periodismo

  • Solo la opresión debe temer al ejercicio pleno de las libertades.
    El 14 de marzo de 1892 surge Patria


    Yo no creo que en aquello que a todos interesa, y es propiedad de todos, debe intentar prevalecer, ni en lo privado siquiera, la opinión de un solo hombre.
  • La tiranía es una misma en sus varias formas, aunque se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes.
  • La Fuerza tiene siempre sus cortesanos, aun en los hombres de ideas.
  • Hay hombres dispuestos naturalmente a ser ovejas, aunque se crean libérrimas águilas
  • Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entrebuscan, y se hombrean unas a otras.
  • A nada se va con la hipocrecía. Porque cerremos los ojos, no desaparece de nuestra vista lo que está delante de ella. Hay pocas cosas en el mundo que son tan odiadas como los hipócritas.
  • El hombre sincero tiene derecho al error.
  • Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército.
  • Todo hombre es la semilla de un déspota; no bien le cae un átomo de poder, ya le parece que tiene al lado el águila de Júpiter, y que es suya la totalidad de los orbes.
  • Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye.
    La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.
  • Los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre.
  • El hombre ama la libertad aunque no sepa que la ama, y anda empujado de ella y huyendo de donde no la halla.
  • La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie.
  • Sólo la opresión debe temer el ejercicio pleno de las libertades.
  • Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía.

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"En una revolución se fusila sin pruebas (no las necesitamos)" Ernesto Che Guevara