Admitir frente a mí misma que estoy casada con un hombre
al que no amo y que es el padre de mi hijo, que dependo de él en este país
extranjero hasta que pueda dejarlo y
seguir sola, no es nada fácil. Una cosa era ser jinetera, coger los dólares que
me pagaran y seguir al día siguiente con
otros y con la esperanza de encontrar quien me sacara de Cuba, y otra es tener
que fingir amor y lealtad a quien no
soporto.
La culpa fue siempre de mi madre que a los 15 años me
puso en las manos el carné de identidad y me dijo “ Este es prácticamente tu
pasaporte. Ya tienes edad de salir a jinetear y buscar quien te saque de este
país, para después irme detrás de ti. La idea es embarazarte del primer turista
tonto que se te ponga de por medio”
Podrían
llamarnos puta, prostituta, golfa, ramera, cuero malo, cantimplora, cualquier
nombre de estos y me imagino que un montón más que en Cuba no conocemos, pero
¿jinetera? Bueno, ese nombre no sé de donde lo sacaron, ni cuándo nos empezaron
a llamar así. Nosotros nos consideramos “ luchadoras”.
Soy de La
Habana, nacida y criada en Miramar, en la casona que mis abuelos adquirieron al
principio de la Revolución, cuando los dueños se fueron a los Estados Unidos.
Mis abuelos eran comunistas, incondicionales de Fidel, por eso les dieron esa propiedad
cuando los Pérez-López salieron huyendo del castrismo en 1960.
Allí creció mi
madre y luego yo. Recuerdo cuánto me gustaba jugar al “tacón” en el portal de
la casa, con aquel piso de mosaicos blancos y negros. A los quince años, sin
embargo, el futuro se presentaba ante mi como aquel piso, blanco y negro, sin
matices, sin opciones.
Ya te dije.
Acababa de cumplir mis quince años cuando mi madre me dijo:--- Prepárate que
llegó la hora. No hay mejor carrera universitaria que ésta---y tiró el carné de
identidad sobre la mesa del comedor.
Llevaba años,
desde que yo tenía apenas doce, explicándome los pormenores del oficio y
sentenciándome a vivir del sudor de mi sexo. Yo debía encontrar un hombre con
porvenir y un hombre con “porvenir” no era Antonio, el chico del barrio del que
me enamorara en el séptimo grado por aquellos ojos como almendras dulces, y que
se esforzaba en seguir adelante con sus estudios, no; un hombre con porvenir
era para mi madre aquel que me pudiera sacar del país y darme el futuro que
ella nunca había tenido, porque a ella ya la había “mordido ese perro” cuando
se casó con mi padre, graduado de Arquitectura en la Universidad de La Habana,
quien nos dejó solas para irse a cumplir “misión internacionalista” a la
Argentina y nunca regresó. Para llegar a ese hombre, para encontrar al tipo que
me consiguiera el pasaporte de salida de Cuba, había que “jinetear” primero con
todo el que se me pusiera delante, y aprenderse muy bien el oficio porque “ no
estás muy bien dotada físicamente para competir en el Malecón ni en La Rampa”-
me decía- A ti te hará falta mucha picardía, mucha maña, para agarrar al
“hombre- pasaporte”. Ella me enseñaría como embarazarme del mejor candidato,
así tuviera que acostarme con varios hombres al mismo tiempo por si acaso….
--¡No se te
ocurra salir preñada de un infeliz del barrio, a menos que sea en los mismos
días que te acuestes con el que te habrá de sacar de aquí!-- me dijo—entonces
sí, porque si no te preña uno, te preña otro.
El candidato a
sacarme del país y futuro padre de mi hijo nunca debería saber nada de mi
pasado. Ni con quién me había acostado ni con cuántos. Mi vida de jinetera
solamente me serviría para mantenernos todos, incluyendo la abuela, y para
encontrar ¨al hombre-pasaporte¨ que me sacaría de Cuba. Por eso mi madre puso
en la Internet mis datos, mi foto, mi nombre y un comercial que decía más o
menos así: ¨ Busco al amor de mi vida¨.
Mamá tuvo siempre
razón. Todas sus vecinas, amigas y conocidas tenían novios extranjeros. Cuando
le preguntó a una de ellas cómo era posible, le dijo: ¡La Internet, estúpida!
En Cuba están
prohibidas las conexiones de Internet a domicilio, privadas. Solamente hay puntos
de acceso controlados por el gobierno. Una hora cuesta $6.00 y ningún ciudadano
común puede asumir ese gasto, pero si tienes suerte en el trabajo se puede
navegar todo el día. Los sitios que el Estado considera
¨contrarrevolucionarios¨ están bloqueados, pero si eres de confianza del
gobierno puedes crear perfiles en Facebook y otras redes sociales. Nuestra
vecina Janet, amiga de mi madre de toda la vida, le ayudó a poner mi perfil en
la Internet, me llevaba y traía mensajes a cambio de dólares. Pero una vez que
mis paseos nocturnos comenzaron a dejarme ganancias, pude pagarme mis propias
horas de Internet en los puntos del Estado y ya no me hizo falta más la ayuda
de la vecina.
---¨¿Quieres un
bebe? Yo seré la madre perfecta de tu hijo¨---sería la idea central de mi
futura relación y primera conversación ingenua y casual con el príncipe rana…
Mamá me
acompañaba por las calles marginales y pobres de La Habana. Cada una debía
llevar a casa al menos 30 o 35 dólares diarios. Como principiante no me llevó mi
madre a las calles principales de la capital por donde transitan los turistas
en sus carros rentados y repletos de ¨fulas¨. Nunca entendí por qué no me “
estrenó” como jinetera ya que siendo virgen podría haber conseguido al
¨hombre-pasaporte¨ más rápido, quizás. Pero no. Ella me llevó primero a
¨luchar¨ matando la jugada con ¨puntos¨ más fáciles, es decir, jugadores,
ex-presidiarios, maridos insatisfechos, jóvenes borrachos, cualquiera que
necesitara sexo y no pidiera mucha belleza. Esos rincones obscuros ayudarían a
mantener una doble vida, una fingida decencia por el día y la ¨lucha¨, la ¨guerra¨ por la noche. Una
guerra sin otro cuartel que la orilla de cualquier cañada pestilente, un
camastro chillón de hierros oxidados en un cuarto de la Habana Vieja o las
ruinas de algún edificio en una avenida poco concurrida del lugar donde residía,
un hueco donde tirarse y por 100 pesos o cinco dólares, “ sacársela” al primer “ punto” que se presentara,
diferentes hombres, extranjeros o no, algunos hasta podrían ser mis abuelos.
Una guerra donde las únicas armas eran mi sexo y un condón.
El dinero del
primer cliente era para pagar la Internet. Para eso debía ¨pasarle la cuenta¨ a
cinco o seis clientes y reunir entre 30 y 35 dólares o pesos convertibles.
Hay mucha
competencia con los turistas, mujeres que parecen estrellas de TV, bellas, con
tremendos cuerpos, y expertas en dar placer porque llevan tiempo en la ¨lucha¨.
Para mí no había mucho campo allí según mi madre, así que aunque fuera virgen
no iba a poder ganarles y me podrían buscar problemas con la policía, ya que
tienen sus socios en la poli que les ayudan a sacar del medio a quien no les
convenga. Lo mejor era ir viviendo ¨por
lo bajito¨ mientras tanto, y seguir la búsqueda como ¨niña buena¨ en las áreas cercanas al aeropuerto,
terminales de ómnibus y carros de turismo, o en las redes sociales del
Internet.
La hora de
¨matar la jugada¨ era de noche, en los rincones marginales de La Habana Vieja,
Bejucal, Marianao, Guanabacoa... donde quiera. Para buscar al ¨ salvador ¨ que
me llevaría lejos de Cuba y me haría ¨mamá¨, el lugar era con un libro en la
mano, bien vestida, con carita de ángel, la inocente buscadora del ¨amor de su
vida¨, ya fuera en casa de las vecinas, en la calle, entre los mismos cubanos
que vinieran de visita…. Después de las nueve o diez de la noche, de vuelta al
callejón hasta que matara la jugada, dormir la mañana hasta recuperar fuerzas,
y de nuevo al objetivo. Te juro que era un gran sacrificio.
La nacionalidad
no importaba, hubiera dado lo mismo ruso, que ¨yuma¨ que chino, pero conocí a
este cubano, feo como una noche obscura, cuarentón, que venía a visitar a su
familia de vez en cuando y que estaba loco por tener un hijo. ¡Ni mandado a
hacer! ¡Qué suerte la mía! Ya no me haría competir con las ¨bellas¨, ni seguir
matando jugadas en los callejones, donde también había ido creciendo el grupo de
mujeres sexo servidoras y la policía nos tenía ¨fichadas¨-.
Había comenzado
mi oficio a los quince años y ahora tengo 34, soporté de todo, golpes, viejos
asquerosos, borrachos, hasta violaciones; tuve la oportunidad de acostarme con
algunos turistas también, y con el tiempo aprendí las tácticas de la mala vida,
y aprendí a engatusar a los hombres.
Comenzamos una
relación cibernética a través de http://www.havana-guide.com. Un día recibí
un mensaje de Carlos, un abogado de 49 años. Él era cubano y vivía aquí en
Miami. Después de un año y medio de chatear en línea vino a verme por primera
vez. Tuve suerte. Carlos es un buen hombre, había vivido veinte años con una
mujer que no pudo darle un bebe y estaba desesperado. Sí, es un buen hombre
pero no lo amo, no me gusta aunque esté acostumbrada a cerrar los ojos y fingir,
claro. Mi problema era irme de Cuba y por supuesto, para ello, la condición era
casarnos y tener hijos. Mi madre saltaba de dicha. ¡Al fin lo conseguimos! ¡Te
lo dije!—gritaba eufórica.
El tipo estaba
desesperado. Recuerdo que cuando vi la primera foto me quedé muda. Una cosa es
jinetear y otra es fingir amor a alguien tan feo. Pero como me dijo siempre mi
madre, el hombre-pasaporte era solo eso, un pasaporte y futuro padre de mi
bebé. El avión que me llevaría al extranjero. Una vez allá, me podría divorciar
o vivir de él, ¨eso depende de ti¨- dijo mi madre.
Como te
expliqué antes, Él había vivido muchos años con una mujer que nunca pudo darle
un hijo y decidió dejarla cuando me conoció. Había salido de Cuba años atrás como
refugiado político. Pero ahora era bienvenido como un turista más, lleno de
dólares y como un personaje en el barrio.
Bueno, mi
amiga, para no hacerte el cuento muy largo, aquí me tienes, viviendo en ¨la
yuma¨, con el niño que ya va a cumplir cuatro años y solamente esperando a que
me compre la casa para divorciarme. No pensarás que me voy a quedar toda la
vida casada con éste. Le puedo sacar más dinero divorciada, me quedo con la
casa, el “alimony” y con el ¨child
support¨ ; después me ¨echo ¨el papi-chulo que me dé la gana.
Ya mi época de
sacrificio se acabó, puedo ir a Cuba en cualquier momento. ¿Sabes cuántos cubanitos
lindos hay esperando a que aparezca una ¨mujer-pasaporte¨? La diferencia es que
yo soy ¨maestra en el oficio¨ y a mí sí que no me van a poder coger de comemierda.....
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