tomado de Cubanet
centro de estudios. Pidió ayuda legal, en los Bufetes
Colectivos en Guantánamo y Santiago de
Cuba, pero nadie esta dispuesto a dársela.
Camilo Ernesto Olivera Peidro
LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Toda dictadura es, en esencia, el
modo en que un clan mafioso ejerce el poder político. Posiblemente los dos
ejemplos más ilustrativos, en Latinoamérica, de cómo una dictadura de partido
único genera mafia a su alrededor, son los casos del PRI en México y el
castrismo en Cuba.
Como
se sabe, el PRI se mantuvo en el poder durante setenta años y generó toda una
telaraña de burocracia, corrupción y otras hierbas afines. La inseguridad
social y el narcotráfico son los lados visibles de un mal de fondo que ha ido
corroyendo las bases de la estabilidad de México como nación soberana.
En Cuba, ya se vivió una experiencia semejante
durante la segunda mitad de la década del
cuarenta, del
pasado siglo. En el periodo posterior a la caída de Machado, tuvo lugar la
competencia a punta de pistola por el dominio de parcelas de poder. Los ajustes
de cuentas entre facciones y grupos otrora opositores a la dictadura, formaron
parte del
paisaje sociopolítico cubano durante el autenticismo. Bajo ese contexto se
generaron las condiciones propicias para el golpe de estado de Batista.
En las circunstancias actuales,
la transición hacia la democracia parece a todas luces un proceso
inevitable, pero no es imparable. Aunque de dientes para afuera digan otra
cosa, Raúl Castro y su elenco de generales lo saben. El proceso es inevitable
porque las dinámicas económicas que toman protagonismo en el país no rendirán
frutos sin la instauración acelerada de un estado de derecho.
El proceso no es imparable
por la sencilla razón de que, durante décadas, el sistema generó una estructura
centralizada y burocratizada, de la cual son deudores determinadas capas
poblacionales. En estos momentos, el raulismo navega a media máquina entre las
aguas del cambio y el viento contrario del mismo sistema que
pretende conservar.
A los niños les dicen que si
no se portan bien, viene el coco, o se los va a llevar el hombre del saco. A los cubanos
los han coaccionado con varios cuentos semejantes, a propósito de la transición
democrática. Uno de estos cuentos habla sobre el surgimiento de las mafias en
las ex- repúblicas soviéticas, enmarcando ese proceso en el periodo posterior a
la desintegración de la URSS. Lo cierto es que la mafia se generó en las
entrañas mismas del
partido comunista. Ésta se reacomodó en las nuevas circunstancias, luego de las
correspondientes pugnas por la repartición de zonas de influencia. Tales pugnas
fueron el lado más o menos invisible de buena parte de los conflictos
interétnicos que asolaron a las ex repúblicas soviéticas.
El periodo de inestabilidad
social e inseguridad ciudadana que se generó en varios países de Europa del
este fue la eclosión de los males acumulados durante décadas. La metamorfosis
de la mafia política partidista en mafia con poder económico, no fue un proceso
apacible en la mayoría de los casos.
El futuro democrático en Cuba va a
heredar todo un cúmulo de problemas amontonados durante décadas de ineptitud,
improvisación y violaciones constitucionales. También va a heredar una mafia
sistémica disfrazada con el manto burocrático. El mayor o menor poder que esa
mafia tenga para influir en zonas decisivas de la vida nacional, dependerá de
quienes hereden el poder económico real. Todo parece indicar que en Cuba el
generalato y sus descendientes serán los dueños de esas zonas decisivas.
La existencia de partidos
políticos y la dinámica de una economía de mercado generaran un país que ahora
apenas imaginamos. Pero las garantías para el desarrollo y consolidación de la
democracia en Cuba estarán
bajo la espada de Damocles de esos dueños del poder económico real y, por tanto,
bajo la amenaza de otra dictadura.
En La Habana espera ser oído
de alguna manera; mientras, los miembros de la Alianza Democrática
Oriental, independiente, se aprestan para apoyarlo.
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