INTERESANTE ANÁLISIS QUE LES QUIERO SUGERIR: ANATOMÍA DEL ABSOLUTISMO EN CUBA
Anatomía del Absolutismo en Cuba
Los laberintos del poder hoy día, y sus antecedentes
ROBERTO ALVAREZ QUIÑONES
• El caso más escandaloso es el de Cuba. En 72 años de los 111 transcurridos desde que obtuvo su independencia en 1902 la isla ha sido gobernada por dictadores militares...
• Cuba es la nación de Occidente que lleva más tiempo sin realizar comicios democráticos: 65 años, desde 1948. Y es el país latinoamericano que más tiempo ha sido sometido por dictaduras militares consecutivamente: 61 años (desde el 10 de marzo de 1952)...
• Aunque el mundo no lo acaba de entender, en Cuba lo que confiere oficialmente la condición de dictador no es el cargo de Presidente, sino el de Primer Secretario del Partido Comunista. El artículo 5 de la Constitución de 1976 establece que “El Partido Comunista “es la fuerza dirigente superior de la Sociedad y el Estado”.
Veo a un general muy entorchado con medallas y honores que es Presidente de un país sin haber sido nunca elegido en las urnas, y observo que las figuras que junto con él toman las decisiones de gobierno son también generales, coroneles, o comandantes ¿De qué estoy hablando?
¡De una dictadura militar! me dirán ustedes, mientras piensan qué tontería la mía. Pero no lo es, al menos en América Latina, donde la respuesta para dicha adivinanza depende de si el general en cuestión es de derecha o de izquierda: si es derechista es un dictador, si es de izquierda es un presidente auténtico que merece todo respeto.
Para los medios de comunicación, los políticos y los gobiernos de Latinoamérica, Pinochet, los Somoza, Alfredo Stroessner, Trujillo, Batista, Pérez Jiménez, Jorge Rafael Videla, Francois Duvalier, Juan Vicente Gómez, Porfirio Díaz, Juan Manuel de Rosas, o el “Supremo” doctor Francia, son ex dictadores, pero Fidel Castro es el ex presidente de Cuba, y su hermano Raúl es el Presidente.
¿En qué comicios democráticos fue elegido presidente el general Raúl Castro, y antes su hermano Fidel? ¿Hay dictadores buenos que sí son presidentes y otros malos que sólo son dictadores a secas?
El vocablo presidente aplicado a los Jefes de Estados vio la luz en las postrimerías del siglo XVIII. Cuando George Washington fue elegido y tomó posesión como primer presidente de Estados Unidos, en abril de 1789 (tres meses antes de que estallara la Revolución Francesa) se inauguró la era de los presidentes republicanos de los tiempos modernos elegidos democráticamente.
La elección popular de presidentes como jefes de Gobierno y Estado se extendió luego hacia las naciones de América Latina ya independientes de España y Portugal. Sin embargo, en esa propia centuria, y luego en la siguiente, dictadores, caudillos e "iluminados" tomaron el poder por la fuerza en las jóvenes repúblicas latinoamericanas y de manera intermitente echaron las urnas a un lado.
El caso más escandaloso es el de Cuba. En 72 años de los 111 transcurridos desde que obtuvo su independencia en 1902 la isla ha sigo gobernada por dictadores militares: el general Gerardo Machado (4 años), el general Fulgencio Batista (14 años en dos períodos distintos) el comandante Fidel Castro (52 años) y el general Raúl Castro (2 años, desde que en abril de 2011 fue designado como Primer Secretario del Partido Comunista).
O sea, casi dos terceras partes de su historia republicana los cubanos han vivido bajo los regímenes dictatoriales de cuatro “líderes patrióticos” militares. Sólo Fidel y Batista ocuparon 66 años.
Con sus 52 años como “hombre fuerte” en Cuba, Fidel Castro pasó a ser en el único terrícola en la historia moderna que sin ser rey, emperador, príncipe o jeque, ha gobernado durante más de media centuria (1959-2011). El 1 de junio de 2007 (Fidel seguía siendo el jefe del Partido Comunista) desplazó al recordista mundial anterior, Kim Il Sung, quien gobernó Norcorea durante 48 años, 4 meses y 29 días, de 1946 a 1994.
Cuba es la nación de Occidente que lleva más tiempo sin realizar comicios democráticos: 65 años, desde 1948. Y es el país latinoamericano que más tiempo ha sido sometido por dictaduras militares consecutivamente: 61 años (desde el 10 de marzo de 1952).
Hija natural del caudillismo heredado de España –en hibridación con el caciquismo precolombino--, y condimentada con el nacionalismo y el populismo retrógrado, las dictaduras militares se arraigaron de tal manera en Latinoamérica que dieron origen a un género dentro de la narrativa literaria continental: la novela de dictadores.
Obras sobre el tema han proliferado en la región, desde el Facundo de Domingo Sarmiento, y Amalia de José Mármol , a mediados del siglo XIX, hasta El Señor Presidente, de Miguel Angel Asturias; Tirano Banderas, del español Ramón del Valle Inclán; ; La tempestad y la sombra, de Néstor Taboada; Fiebre, de Miguel Otero Silva; Oficio de difuntos, de Arturo Uslar Pietri; Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos; El recurso del método, de Alejo Carpentier; o La Fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa, por citar solo algunos.
Ausencia del dictador mayor
Pero creo que es El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, la más significativa de estas novelas, por cuanto el autor se propuso recrear el prototipo de los dictadores latinoamericanos del siglo XX. El propio Gabo contó que para escribir su novela estuvo durante 10 largos años estudiando a varios dictadores latinoamericanos y luego armó al “patriarca” con pedacitos de cada uno de ellos. Pero se le “olvidó” Fidel Castro, por afinidad ideológica, o para no poner fin a su amistad personal con el comandante caribeño.
El cubano Carpentier publicó su novela en 1974, cuando su compatriota Castro llevaba 15 años en el poder, y García Márquez publicó la suya en 1975. Ambos excepcionales escritores no rozaron siquiera al dictador mayor a la hora de caracterizar al caudillo populista latinoamericano. Ese puntual Alzheimer narrativo constituye una mancha que el “realismo mágico” garciamarquiano y lo “real maravilloso” carpenteriano legan a la literatura hispanoamericana.
La dicotomía entre dictadores buenos y malos es ya incluso una doctrina hemisférica. En febrero de 2007, el secretario general de la OEA, el socialista chileno José Miguel Insulza, declaró en Lima, Perú, que ”la fuente de legitimidad del sistema cubano se llama Fidel Castro". Y remató: “Fidel Castro es un líder carismático que ha marcado medio siglo de la vida hemisférica… y esa personalidad ha terminado por imponer como legítimo dentro del hemisferio o dentro de América Latina un régimen como el que hoy día tiene Cuba".
O sea, ya no hay que someterse al voto popular por el que abogaba Jean-Jacques Rousseau ya antes de la Revolución Francesa para ser un jefe de Estado. Si usted toma el poder manu militari, se autoproclama de izquierda y se mantiene en el poder contra viento y marea, su mandato es legítimo, pues el tiempo y el carisma personal son "fuentes de legitimidad". Y digo se autoproclama de izquierda porque la OEA no le confirió esa legitimidad a los Somoza, a Trujillo, Stroessner o a Papá Doc, que igualmente marcaron décadas en “la vida hemisférica”.
Los Somoza (padre e hijos) ciertamente eran dictadores, pero el sandinista Daniel Ortega, una vez derrocada la dictadura en 1979 se mantuvo en el poder por la fuerza hasta 1990, desangró a Nicaragua y nunca fue considerado dictador. El coronel Omar Torrijos dio un golpe de Estado en Panamá en 1968 que derrocó al presidente constitucional Arnulfo Arias Madrid. Disolvió los partidos políticos, se autoascendió a general, asumió poderes absolutos con el título de “Líder Máximo de la Revolución”, y se mantuvo en el poder durante 13 años hasta su muerte en un accidente de aviación en 1981. Jamás fue considerado dictador.
No, no hay dictadores buenos y malos. Hay dictadores y punto. No hay líderes mesiánicos por derecho divino con la “misión histórica” de guiar a sus pueblos, como alegan los líderes populistas, tal y como hicieron también Hitler, Mussolini y Franco, y hoy lo siguen haciendo los hermanos Castro, Robert Mugabe en Zimbabue, o Bashar al-Asad en Siria.
Quien gobierna por la fuerza y controla todos los poderes públicos, sin someterse al escrutinio popular, no importa su ideología deviene negación de la modernidad. Está pisoteando el derecho del pueblo soberano a elegir sus gobernantes, y hace regresar la sociedad a la Edad Antigua. Como decía Simón Bolívar, “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”.
Pero la OEA, con su Doctrina Insulza, no sólo estableció que Fidel Castro es fuente de legitimidad, sino que le concedió el privilegio de transmitirla a otros. Así lo hizo el comandante e instaló a su hermano en el poder, con lo cual inauguró la primera dinastía latinoamericana del siglo XXI.
(Sigue)
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