Carlos Alberto Montaner - EL DILEMA SIRIO
El ejército sirio exterminó a centenares de sus ciudadanos como si fueran cucarachas.
Muchos de ellos eran niños. Prácticamente todos eran civiles
indefensos. La crueldad de ese gobierno no tiene límites. Los muertos ya
exceden de cien mil.
El ejército sirio exterminó a centenares de sus ciudadanos como si fueran cucarachas.
Muchos de ellos eran niños. Prácticamente todos eran civiles
indefensos. La crueldad de ese gobierno no tiene límites. Los muertos ya
exceden de cien mil.
Una
de las hipótesis es que los generales de Assad utilizaron gas sarín
para aterrorizar a sus adversarios. Ese compuesto comenzó como un
devastador insecticida. Cuando los alemanes, en 1939, al año de haberlo
descubierto, se percataron de que era 500 veces más poderoso que el
cianuro, se apresuraron a convertirlo en un arma de guerra. En esa época
el señor Hitler estaba más interesado en matar personas que insectos.
Eventualmente, todas las potencias lo fabricaron, pero en la década de los setenta decidieron prohibirlo. Sus efectos eran demasiado horripilantes. Mataba por asfixia en medio de crecientes dolores y el descontrol total de las funciones vitales. Las gentes morían convulsionadas, dando gritos y encharcadas en su orina y excremento.
Por
eso, hace exactamente un año, el presidente Obama declaró que el uso de
armas químicas, como el sarín, era la frontera de las atrocidades
permitidas. A partir de ese punto, amenazó, Estados Unidos tomaría
represalias directas contra el régimen de Assad.
Pero
tal vez no haya sido gas sarín. Algunos expertos opinan que la muerte
de estas víctimas se debió a una alta concentración de otros gases
letales utilizados contra personas que estaban encerradas. Pudiera ser.
No es un consuelo, pero acaso es un amable detalle que te asesinen con
un gas permitido en vez de que recurran a otro que ha sido proscrito.
El horror es tanto que el canciller francés Laurent Fabius quiere entrar
en combate para desalojar del poder a Assad y a su gobierno de
criminales. Es la misma reacción de Sarkozy cuando se produjo el
conflicto en Libia. Fueron los franceses, aliados de los ingleses,
quienes alentaron la operación de la OTAN que terminó con el régimen (y
con la vida) de Gadafi.
Francia
es un país curioso. Hace un siglo dejó de ser potencia, pero conserva
sus reflejos imperiales y actúa decididamente en lo que fue su zona de
influencia. Los paracaidistas franceses han puesto orden (o algo
parecido) en Gabón, Chad, Zaire, Costa de Marfil, República
Centroafricana y en Mali. Es el gendarme africano.
París
no manda los paracaidistas a Siria porque no es África. Es un hueso
demasiado duro de roer. Sin embargo, es difícil que el presidente
François Hollande se cruce de brazos. Siria y el Líbano, al fin y al
cabo, fueron inventos franceses construidos con los escombros del
Imperio Otomano tras el fin de la Primera Guerra.
¿Qué puede hacerse frente a los truhanes del gobierno sirio? Ya se sabe que Assad y sus secuaces son terribles, pero una parte de la oposición no le va a la zaga. No hay
garantía de que quienes hereden el poder en Siria no basculen hacia
alguna forma de fundamentalismo, incluido el manicomio de Al Qaeda.
Como no hay
ninguna opción buena, habrá que elegir la que parece menos mala: salir
del régimen de Bashar al-Assad y arriesgarse a explorar la posibilidad
de contribuir a instalar en Siria
un gobierno del que se esperarían al menos los cinco objetivos
primarios que me enumeró un experto en la región que prefiere el
anonimato para que no lo expulsen de su cargo en la ONU:
1. Que no asesine y torture a sus ciudadanos, renunciando a las incomprensibles matanzas entre chiíes y suníes.
2. Que rompa su alianza con Irán.
3. Que abandone sus lazos con Hezbolláh, una organización justamente calificada como terrorista.
4. Que respete la soberanía del Líbano.
5. Que haga las paces con Israel y admita el derecho a existir que tiene ese país.
¿Cómo
ganar esa guerra? Esto es lo que me dijo el diplomático: “Ayudando
abundantemente a la oposición siria con armas y pertrechos canalizados
por medio de los franceses y pagados por los saudíes. Nadie es tan
ingenuo de esperar que se establezca en el país una democracia
respetuosa de los derechos civiles. A estas alturas, el mundo se
conformaría con que se detuviera la carnicería”. Tal vez tenga razón.
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