por Esteban Fernández
Si alguien me lee con la esperanza de enterarse de las cosas que verdaderamente suceden en Cuba sólo le puedo decir que aquello es un "arroz con mango" muy difícil de digerir.
Ser un experto en la Cuba actual es prácticamente una misión imposible. Podemos pasarnos las 24 horas del día leyendo al respecto tratando de empaparnos y de saber lo que pasa, pero mientras más nos esforzamos y cuando hablamos con algunos recién llegados -no con todos- más nos confundimos. Y al escuchar tantas barrabasadas provenientes de los "cubanólogos" prefiero consultar con "Tarzán" el perro de mis vecinos.
Como todas las reglas tienen excepciones he leído varias cosas escritas por el señor Edel Espinosa y la señora María del Carmen Carro -a los que no conozco personalmente- y me parece que están bien informados de la situación interna. Desde Cuba a los únicos que leo son a Luis Cino y a Iván García porque obviamente saben lo que están hablando.
Pero lo cierto es que allá, aparte de la actitud intrínsicamente perversa de los esbirros y de sus amos, yo no sé quién es quién, ni quién es bueno ni quién es malo, y donde más se nos enreda la pita es al darnos cuenta que tal parece que dentro de nuestra patria -y por culpa del hermetismo del régimen totalitario durante casi 55 años- la gente sabe menos que nosotros.
Yo perfectamente puedo admitir que estoy muy lejos de ser un erudito en la situación interna cubana, pero allá la confusión y desinterés son mayores. Ya, con mucho trabajo, vamos aprendiendo los nombres de algunos disidentes y opositores. Sin embargo, la inmensa mayoría de los que viven allí no tiene ni la más mínima idea de quienes son. Tampoco saben los nombres de los generales ni de los ministros, ni inclusive como se llama la mujer de Fidel Castro ni quienes son sus hijos.
Las “blogueros oficiales del régimen", como Yohandry por ejemplo, mencionan y critican a los que consideran enemigos, pero sus diatribas son para consumo externo porque en Cuba nadie se entera de esos insultos. El Granma no informa nada, sólo destila desinformación. Y cuando un grupo de patriotas se lanza a las calles a protestar el 99 por ciento de la población los observa incrédulos e inmóviles.
Opiniones eternas nuestras como que “en Cuba se pasa hambre y que los cubanos son esclavos” son tiradas a coña y desmentidas por el 98 por ciento de los adoctrinados que llegan. Decirles que eran “tiranizados” lo toman como una irreverencia, y casi todos coinciden en que ellos “resolvían, comían, jugaban dominó, tomaban cervezas, tocaban la tumbadora, disfrutaban al ver ganar a los Industriales, bailaban a los acordes de los Van Van y la pasaban lo mejor posible”... E insisten en que no sufrían esa represión denunciada por nosotros porque no le daban motivos para ello a los represores.
Inclusive no admiten que son exiliados. Nos dicen que “los desterrados son ustedes los viejos cubanos”. Vienen a forrajear y a regresar cargados de vituallas al primer chance. La mayoría anda agradecida a los genocidas por haber estudiado o por haber sido atendidos por un medicucho.
Ya están aquí, ya gozan de libertad, pero es muy difícil sacarles un ataque violento contra los hermanos Castro. No sé si es que no sienten odio contra ellos o es que eso les perjudicaría retornar allá lo antes posible. Me recuerdan a un canario que yo tenía en Güines que el día en que me llegó el telegrama de salida fui y le abrí la puerta de la jaula, salió volando, y a la mañana siguiente lo encontré de nuevo encerrado y cantando muy feliz.
Tal parece que padecen del síndrome de Estocolmo que es una reacción psicológica en la cual la víctima de un secuestro, o una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación yse encariña con sus captores y hasta le agradecen un cacho de pan con agua sucia que le suministran. Como bien denuncia el compatriota Manuel Prieres en Villagranadillo ya están vendiendo carne rusa en Hialeah para los que la extrañan.
Nadie que tenga dos dedos de frente puede concebir cómo pacíficamente se puede derrocar al absolutismo imperante, ni puede identificarse con la chusmería abrumadora y exportada a Miami. Cuba es un jeroglífico tan grande que deja perplejas a las personas decentes.
En lo que a mí respecta reconozco que cada día entiendo menos la situación interna de mi país y solamente soy avezado en todo lo concerniente al destierro verdadero, y sólo defiendo al pasado glorioso, mientras simplemente confío en un reducido grupo de compatriotas a los cuales considero unos verdaderos hermanos de lucha. Me siento más a gusto entre los que algunos llaman “dinosaurios” que entre los que son conocidos como los “asere ¿qué volá?”.
Casi todas las informaciones que me llega de la Isla las pongo en dudas y a veces ni un simple vistazo les doy. Si me mantengo en este largo proceso es exclusivamente por mi odio a los que han acabado con nuestra nación y desmoralizado a sus pobladores. Y cada día me duele más tener que aceptar que para implantar la justicia en nuestro país habría que ajusticiar a media Cuba. No hay sogas y ceibas para tanta gente.
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