Por Esteban Fernández
Los comunistas en Cuba eran unos viejos camajanes, políticos, y parte integrante de la sociedad cubana. Disfrutaban del bienestar económico de la Isla. Poseían la emisora Mil Diez y el periódico Hoy.
Como, al parecer, no tenían el menor chance de implantar un régimen rojo en Cuba, los mirábamos de igual a igual y a veces hasta con lástima. Carlos Rafael Rodríguez, los Ordoqui, Ursinio Rojas, Severo Aguirre, Ramón Calcines, Salvador García Agüero, los Escalante, Isidoro Malmierca, Juan Marinello, Lázaro Peña, Blas Roca, eran perfectamente bien aceptados en el país y eran considerados unos politiqueros mas. La población no los creía peligrosos y desconocía -como ya les he dicho con anterioridad- el ala secreta, siniestra y violenta dirigida por Fabio Grobart, Victor Piña, Osvaldo Sánchez entre otros perversos personajes.
De pronto los comunistas se enteran que hay un "muchachón loco" encaramado en la Sierra Maestra y llegan a la errónea conclusión de que, a través de él, podían lograr implantar en la nación cubana el sistema que tanto añoraban. Y ser ellos sus jefes... Tremendo fallo de su parte.
"¿Qué tú crees de este tipo?" se preguntaban unos a otros. Alguien dijo: "Este es el tipo que atacó al Moncada mientras nosotros celebrabamos el cumpleaños del compañero Blas Roca"... Algunos ya lo conocían de atrás, como Alfredo Guevara, de la época del bonche universitario. Y todos estuvieron de acuerdo en que "se trata de una persona inexperta, ambiciosa, capaz de cualquier cosa, joven, idealista, carismático, y que pudiera ser como un muñeco de plastilina en nuestras manos"...
Se preguntaban: "¿Quién entre nosotros tiene el poder de convencimiento, la labia, para hablar con él?" Y al fin, se pusieron de acuerdo en que Carlos Rafael Rodríguez era el emisario ideal para tal empresa...
Jamás pensaron que la tarea iba a ser tan "fácil". Cuando Carlos Rafael bajó de la montaña hasta brindaron con champán. Había cumplido con su cometido; Cuba sería comunista, ellos serían gobernantes, y Fidel era un "muchachito recién nacido al cual ellos le cambiarían el pañal y le darían leche en pomo".
Allá, en lo más alto del Pico Turquino, Fidel se quedó muerto de la risa. Recibiría el apoyo del comunismo internacional -que ya con anterioridad le había prometido Osvaldo Sánchez- a la hora del triunfo, ya estaba seguro de poder implantar una dictadura en Cuba, y además, contaba con un nuevo grupo de subalternos encabezado por Carlos Rafael.
Ni por la cabeza les pasó a los experimentados y ladinos dirigentes del Partido Socialista Popular que lo que habían hecho era dejar entrar una hiena en la casa.
Como Fidel sabía de comunismo lo mismo que usted y yo sabemos de cómo hacerle una operación de cerebro a un enfermo grave, les concedió cierta beligerancia al principio de la dictadura. Tanto fue así, que nosotros protestábamos de que "los comunistas se están cogiendo todo aquí"... Recuerdo que esa fue la causa de la renuncia de varios comandantes rebeldes.
Cuando le planteaban el tema a Fidel, él se reía y contestaba: "No se preocupen que el día que yo me ponga bravo los barro a todos del mapa". Desde luego, no lo creíamos, pero no estaba mintiendo. Y cumplió esa promesa cuando el juicio de Marquito Rodríguez y la "micro-fracción"...
De esa verdad se enteraron los comunistas primero que nosotros, porque ya para el mes de octubre de 1959 comenzaron a darse cuenta que ellos se habían convertido en unos testaferros de categoría, pero sirvientes al fin y al cabo. Tenían cargos importantes en las O.R.I., sus conocimientos eran usados, se utilizaron los contactos que tenían con la Unión Soviética, y participaron de las reuniones en las altas esferas del gobierno para establecer el sistema comunista en la Isla. Hasta ahí llegó la pantomima...
Al principio fueron tan incautos que hubo instantes en que se creyeron que de verdad "habían llegado a su meta"... Sus dudas comenzaron porque ANTE LA PRESENCIA DE FIDEL eran simple y llanamente unos lacayos, unos "corre-ve-y-dile", unos criados de tercera categoría.
El pueblo de Cuba consideraba que los comunistas eran dueños del país, pero en la intimidad el dictador los rebajaba, los utilizaba, los despreciaba y los maltrataba...
A los comunistas de la vieja guardia les fracasaron todos sus planes, el tirano los traicionó y los usó como a tantos otros, y en conclusión, se cogieron los traseros con la puerta sin poder alcanzar su objetivo. Al final de la jornada, unos fueron canchanchanes del tirano, otros como Edith García Buchaca, sufrieron prisión domiciliaria. Y todos, con pavor y desilusion, descubrieron que Castro era única y exclusivamente fidelista.
Fue exactamente el 26 de marzo de 1962, en una comparecencia televisiva que los acusó públicamente de sectaristas y los hizo polvo y cenizas.
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